

Luchó en tierras remotas, cayó en batalla y fue hazmerreír. Pero resurgió en los escenarios más épicos y obligó a recular a ejércitos de refutadores de leyendas. Incluso tiene un arma predilecta o hasta superpoder: la definición por arriba del arquero. A Ángel Di María, aquel de nombre y apellido divinos que colgó otra vez en lo más alto la armadura albiceleste este lunes por la madrugada en Miami, le cabe a la perfección el rótulo de "héroe". Y como tal, recorrió un camino arquetípico repleto de obstáculos, monstruos y aliados.
El mito del héroe es el más común y conocido de la historia, desde la antigüedad a hoy, y fue objeto de incontables trabajos. Dos de los más célebres pertenecen al historiador estadounidense Joseph Campbell: El héroe de las mil caras (1949) y Las máscaras de Dios (1968). El autor identifica una estructura narrativa común a los relatos míticos más emblemáticos, consolidando la teoría del monomito, una propuesta que tuvo influencia en, por ejemplo, Star Wars, Matrix o El Señor de Los Anillos. Se trata de una historia circular, de viaje a lo desconocido por un llamado divino y regreso al pago una vez concretada la misión. Campbell habla de 17 pasos pero ojo, no se asuste, que en esta nota no iremos tan lejos. Vaya entonces un repaso por el camino del Ángel, con un agregado intrínseco del deporte más popular de nuestro tiempo: la superación del obstáculo más difícil, la barrera de clase.
Con tantos ejemplos a su alcance, Campbell eligió iniciar su descripción de la aventura del héroe con la historia de un personaje que jugaba con una pelota de oro. Cosa curiosa. "Este primer estadio de la jornada mitológica, la llamada de la aventura, significa que el destino ha llamado al héroe", define.
Di María tuvo muchos primeros llamados a lo largo de su carrera. El entrenador del club de barrio El Torito que lo vio haciendo jueguito en la puerta de su casa de Rosario cuando tenía seis años, el ojeador que se lo llevó a Central a cambio de diez pelotas, Don Ángel Tulio Zof que lo hizo debutar en Primera, Hugo Tocalli que lo llevó al Mundial Sub 20, el gran Coco Basile en la Mayor (sin SAD, por cierto)... Pero quizá ninguno resultó tan decisivo como el llamado del Checho Batista para Beijing 2008. "Los Juegos Olímpicos cambiaron mi vida.
Me convocaron a pesar de que yo no jugaba nunca para el Benfica (en realidad jugó 45 partidos en la temporada pero marcó apenas un gol), nunca me lo voy a olvidar. Ese torneo me dio la oportunidad de jugar con Messi, el extraterrestre, el genio. Nunca me divertí tanto jugando al fútbol", reflexionó diez años después el autor del golazo que valió la medalla dorada frente a Nigeria, tras pase de Leo y definiendo sobre el 1,76 metro del arquero nigeriano. Podría decirse que Fideo se volvió de Oriente con su arma favorita.
"El primer encuentro de la jornada del héroe es con una fuerza protectora, que proporciona al aventurero amuletos contra las fuerzas del dragón que debe aniquilar". ¿Sobrenatural?, ¿amuletos? Resulta tentador ubicar aquí a Maradona: "A Di María no lo querían", dijo y tatuó la frase en el imaginario colectivo aunque en realidad fue un "a Di María me lo resistían" con la voz aguda y rasposa tan característica de Diego seleccionador.
Sin embargo, si de fuerzas protectoras se trata mejor hablar de Diana Hernández, la madre de Fideo. En su espectacular carta a The Players Tribune publicada en medio del Mundial de Rusia, Ángel da argumentos suficientes como para probar las cualidades sobrenaturales de su guardiana. "Imaginen esto: una mujer andando en una bicicleta oxidada por todo Rosario, con un pibe atrás y una nenita adelante -su hermana-, más un bolso deportivo, con mis botines y algo de comer, en el canasto de adelante. En subida. En bajada. Pasando por los barrios más difíciles. Bajo la lluvia. En el frío. De noche. No importaba. Mi mamá sólo seguía pedaleando. Así y todo, la verdad es que mi época en Central no fue fácil. De hecho, creo que si no fuera por mi mamá, habría dejado el fútbol".