

Lo de Francisco Monti ya no sorprende, pero sigue indignando. El diputado que alguna vez se llenó la boca hablando de la “defensa de la educación pública” y del “legado alfonsinista” hoy milita, sin disimulo, en la misma línea de quienes quieren demoler el Estado. Ya ni hace falta leer entre líneas: vota contra el financiamiento universitario, le da la espalda a la salud infantil y se convierte en un operador servil de Javier Milei, el presidente del ajuste brutal, los despidos masivos y la motosierra ideológica.
La carta enviada al presidente del Comité Provincial, Luis Fadel, que exige su expulsión del radicalismo, no es un exabrupto ni una movida interna. Es un acto de dignidad política. Porque Monti no es un “disidente” ni un “librepensador” dentro del partido. Es otra cosa: un oportunista que cambió los principios por una banca y vendió la historia de la UCR al mejor postor.
Los firmantes de la carta lo dicen claro: Monti vota en contra de lo que representa el corazón del radicalismo. Se opone a la universidad pública, al sistema de salud, y a todo lo que alguna vez la UCR defendió con uñas y dientes. ¿Qué queda de un radical que acompaña con el voto las políticas de Milei? Nada. Solo el sello. El membrete vacío.
La pregunta es inevitable: ¿cuánto más va a soportar el radicalismo que figuras como Monti usen el partido como trampolín personal mientras destruyen todo lo que representa? Porque esto ya no se trata de diferencias ideológicas. Se trata de traición política. De venderse al ajuste mientras se llenan la boca con la palabra "república".
El silencio de algunos dirigentes frente a este tipo de personajes también habla. Y mucho. La expulsión no solo es necesaria. Es urgente. Para dejar en claro que no todo vale. Que no se puede militar en la UCR y votar con Milei al mismo tiempo. Que hay un límite. Y ese límite es la **decencia política**.
Mientras tanto, desde #ElOjoDespierto vamos a seguir haciendo lo que hacemos: poner el foco donde otros se hacen los distraídos. Porque si no les molesta lo que vota Monti, al menos que les moleste que alguien lo diga.